sábado, 6 de agosto de 2011

ADRENALINA

Bajó la pistola de su escondite, le colocó a la vieja y pequeña Bersa el silenciador casero que había fabricado hace años, pero que siempre fue útil, a pesar de no ser tan silencioso como los supresores sónicos modernos, cumplía su cometido de forma excelente.
Luego de dar las ultimas miradas al arma, puso un blanco en la pared y comenzó la metódica tarea de ir centrando su puntería, hacer agrupaciones casi perfectas. Luego de media hora, desarma y limpia completamente el arma, le pone una carga completa de balas a su cargador y guarda el arma cargada en un bolsillo de su campera.
Con tanto frío por el invierno podría llevar un Fal tranquilamente dentro de su camperón de invierno que nadie se daría cuenta y también se podría decir que la policía era tan ineficiente que aunque saliera a pasear arrastrando un cañón por el medio del centro, seguro que no lo notarían.
Así que se sentía muy cómodo y seguro, la presión de la pistola calibre 22 cobre sus costillas le daba la sensación de tranquilidad,
Encaminó sus pasos hasta el barrio bien conocido por él, se tomó el tiempo de investigar sobre los vecinos, negocios y locales importantes de la zona, para tener un punto de vista si el lugar era transitado y por que tipos de personas. Todo le servía para poder lograr un perfil sobre lo que debería hacer y de esta manera estar preparado ante cualquier eventualidad.
Al llegar a una cuadra de la casa, mete la mano en su campera y amartilla la pistola, no escucha el click característico, pero si lo pudo sentir en la vibración de su pulgar, una sensación casi de placer recorrió su espalda, inspiró una bocanada de aire por la nariz, profunda y lentamente la adrenalina se apoderó de su cuerpo. La dejó recorrer unos segundos por el torrente sanguíneo y luego se concentró para encaminar esa energía hacia su cerebro, la claridad le golpeó la mente, la intensidad con la que podía sentir mejor las sensaciones acústicas le sorprendían siempre. Casi podía sentir la precognición de lo que sucedería, esto era lo que pasa cuando la adrenalina hace efecto sobre el organismo y se sabe como usarla.
Sabía que la puerta de entrada estaría cerrada por eso entró por el costado hasta llegar a la parte trasera de la casa, el perro no estaba, la rutina del día le decía que estaría en algún lado con el paseador de perros. La puerta era de tambor, la más fácil de abrir, sacó una pequeña fresadora de su bolsillo con la que hizo un agujero en el tambor de la cerradura, ultra silenciosa hizo su trabajo en tres minutos. La puerta se abrió sin ruido, sacó su arma y entró.
Era una mujer la que dormitaba en el sillón con el televisor encendido, se podía escuchar el programa de los obesos y su pesaje. Le causó gracia ver a la mujer desparramada como una foca en su sillón y viendo cuestión de peso, en vez de que su perro saliera a hacer ejercicio, debería hacerlo ella.
Despabiló su mente, apoyo el caño de la pistola en la sien derecha de la mujer y esperó que abriera los ojos, al hacerlo ella, apretó el gatillo una sola vez. La cápsula saltó fuera de la cámara por el agujero de la corredera, la uña extractora excelentemente aceitada la envió al lugar en donde ya la mano enguantada del hombre estaba esperando para pescar al vuelo la vaina expulsada. Guardó su arma y se fue por donde entró.
El trabajo estaba hecho.