viernes, 31 de diciembre de 2010

AÑO NUEVO



Limpió la casa incluso sabiendo que nadie iría, era casi como una cábala, una rogativa, para no estar solo en otra fiesta más. No era lo mismo sin su familia, por eso nada tenía sentido de lo que hacía y le importaba muy poco lo que pasara a su alrededor, ya no tenía sentimientos, no sentía nada, estaba muerto por dentro.
Mientras lavaba el piso pensaba en todos los días que pasaron, los contaba uno a uno, sabía que tarde o temprano se derrumbaría y nada ni nadie lo rescatarían, no era una suposición, era una certeza. Como cuando alguien presiente que pasará algo, él podía sentir en la piel la futura caída. Pero no tenía miedo, la tristeza quita toda sensación de supervivencia, incluido el miedo. Compro dos sidras para seguir el ritual de la mentira a si mismo, que adornaron la heladera vacía, acompañando a una caja de huevos. Siguió con la rutina de planchar ropa, ordenar la habitación con muebles vacíos y abandonados que no eran invisibles a sus ojos. Una vez que terminó pudo llorar un poco, eran lágrimas calientes que quemaban como el infierno y caían lentamente sin apuro, tenía todo el tiempo del mundo, para poder desahogarse durante toda la vida. Su mente estaba en otro lado, en otro lugar, un lugar que no le pertenecía y donde era un extraño, la soledad no le molestaba, porque siempre fue solitario, pero extrañaba, extrañaba horrores lo que más amaba y se sentía tan inútil y desamparado que solo se quedo sentado en el sillón mirando la puerta. Rogando, implorando que se abra y sus bracitos estuvieran a su alcance para poder acariciarlos. Estaba en trance, ya no veía, no oía, no sentía. Las horas pasaban sin cesar, lentas y tortuosas, en su mente atormentada pedía perdón mil veces, un millón y seguía repitiendo lo mismo. Deseó ir al infierno para poder cumplir su condena ahí directamente, pero el no creía en dioses ni demonios y solo le quedaba sufrir su condena en la tierra, en vida.
Luego de varios días, nunca se supo cuanto tiempo pasó, se levantó del sillón con su miseria a cuestas y débil por el ayuno y el dolor, se preparó una sopa instantánea. El olor de la sopa calentándose le trajo recuerdos, otros tiempos, otros olores a comida y comprendió que era el fin, que no era alguien y nunca lo sería, no tiene remedio ni cura, había sido solo una mancha en la vida de las personas, una hoja que pronto quisieron dar vuelta. Y se lo merecía.
Mientras tomaba la sopa se abre la puerta despacio y unas manitos regordetas se asoman junto con una sonrisa, en ese momento se despertó de su sueño, era solo una pesadilla atroz, pero el sudor frío le cubría el cuerpo entero, casi aterrado se tropieza con las mantas y sabanas, abre de golpe la puerta que da al comedor, jadeando por el esfuerzo y el miedo de que sea verdad el sueño. En el living comedor se veía una imagen casi sacada de un cuento de navidad, el árbol de navidad en una esquina al lado de la heladera iluminaba intermitentemente el techo y las paredes laterales con sus luces y colores, su hija jugaba tirada en el piso de goma con una infinidad de muñecos y algunos libritos con imágenes de animales, jirafas, conejos y chanchitos adornaban la portada de esos libros. Con sorpresa la mira y en ese momento se da cuenta de la presencia de su padre regalándole la sonrisa más hermosa del mundo para luego seguir con sus juguetes, su mujer preparando el almuerzo en la cocina, destapa la olla y puede ver como sale el vapor encerrado de la sopa, un olor delicioso.
-Ahhh, el dormilón se despertó, parece que te pego mal la sidrita eh –le dijo riéndose mientras lo abrazaba.
Estupefacto aún por el sueño no podía articular palabra.
-Bueno che, anda a bañarte que ya está la comida, feliz año nuevo amor.

jueves, 16 de diciembre de 2010

DESQUICIADO

El corazón le palpitaba por cada tienda de niños que pasaba, tal vez la distancia lo ponía más sensible o quizá la cantidad de meses que pasaron desde la partida. Cada juguetería le recordaba lo que ya núnca tendría y la desazón le pegó mucho más que tiempo atrás. Los días eran una tortura de lo que ya no sabía como actuar, no podía caminar, no podía salir y si lo hacía el agotamiento era tal que se arrepentía de haberse escapado del hotel.
Esquivando cientos de personas, miles de desconocidos que lo aterraban sin sentido, el solo hecho de ser más insignificante aún entre todos ellos. En el paso del tren se vió tentado muchas veces de cruzar sin mirar, pero se congregaba tanta gente que le sería imposible hacerlo sin arrastrar a varios consigo. Así que desistió de una idea tan estúpida, tendría que aprender a convivir solo con él mismo y nadie más. En estos obscuros pensamientos estaba cuando la gotera de un aire acondicionado de un 2º piso le mojó el hombro, esto hizo que se corriera a un costado mientras miraba hacia arriba para esquivar el agua. El grito de ¡cuidado! lo hizo mirar al frente y tuvo que dar un salto para esquivar a un delivery en bicicleta que habia subido a la vereda para cortar camino de contramano en la esquina. Mientras lo insultaba como corresponde mirando hacia atrás, el bastón se trabó en una rejilla de aireación del subterráneo y ya insultando a todo Buenos Aires, a su gente,  los perros que cagaban por todos lados, a los bondis y sus choferes estúpidos y nerviosos de nada, a la gente que no deja pasar (aún con bastón, silla de ruedas etc)...y lloró.
Largo y tendido lloró,no le importó que la gente lo viera así doblegado por la vida, arrodillado ante la adversidad, entregado...sería la palabra. Rompió su bastón para poder sacarlo de las rejas y buscó la boca del subte detrás de él; y sin mas ceremonia que una risa histérica y diabólica se arrojo escaleras abajo.
Mientras rodaba por los escalones (lease oso patagónico cayendo) la risa histérica que heló la sangre de la gente que lo vió y escuchó, se trasnformó en gemidos de dolor con cada escalonazo que se daba.
Al pie de la escalera se desarrollaba otra situación también riesgosa, pero ajeno a esa situación solo podía escuchar como se rompían sus huesos entre gemido y gemido, al final rebotó y fue a caer sobre un hombre joven apoyado contra una pared y sobre una chica que estaba con él.
Al despertar vió alrededor muchas luces y un hombre de bata médica que le decía -sos un héroe pibe. Lo miraba descolocado, mientras le inyectaron algo que lo hizo dormir.
En el hospital, ya completamente despierto en todo sentido, se sentía tan estúpido por lo que hizo en un arrebato de locura, calor y tristeza. En eso estaba cuando queda estupefacto al ver entrar la cámara de Crónica Tv ("junto al pueblo") y al mismísimo jefe de la ciudad porteña. Lo miraba con la boca abierta sin poder articular ni una palabra o pregunta de lo que estaba pasando.
El hombre carismático comenzó a relatar hacia la cámara de televisión como "este jóven" en un arrojo desmedido sin pensar en su propia seguridad física desarmó tirándose encima de un ladrón que había tomado como rehen a una Transeúnte y la policía intentaba negociar con el criminal. Con tan buena puntería que le rompió el bastón en la nuca y su cuerpo fue a estrellarse entre medio del rehen y el malviviente, consiguiendo con esto, incapacitar al susodicho criminal de tal forma que no pudo hacerle daño a la señorita. Por todo esto: el gobierno de la ciudad le otorga un reconocimiento, que es una placa conmemorativa de su valor y le entregamos un bastón nuevo con empuñadura de bronce como aquel que usara el General San Martín en sus últimos días. También como una muestra de afecto personal lo invitaré a comer sushi en un típico restaurant de la zona de Palermo Soho.
Saliendo de la sonrisa politicamente correcta que tenía el hombre de la ciudad, las camaras de crónica lo enfocan al muchacho y a sus lágrimas, la mujer una rubia muy conocida por sus preguntas de bajo contenido intelectual le pregunta ¿estás contento por esta mención?
-Me quiero ir a casa, es lo único que contesta una y otra vez el muchacho enyesado, mientas empieza a revolear bastonazos a todo el mundo con una risa histérica que heló la sangre de todos los presentes.


Gabriel

domingo, 12 de diciembre de 2010

CAMINITO

Los adoquines le hacían bastante difícil caminar sin tropezarse con su amigo el bastón, incondicional hasta ahora lo salvó de muchos apuros, temiendo que se transforme en una necesidad mutua, a veces se atrevía a salir sin él. Al poco rato volvía a buscarlo, en silencio y sin decir “te lo dije” el bastón se dejaba llevar feliz de poder escaparse del encierro del hotel caluroso, húmedo y barato.
Tomó el “Bondi” 152 que lo dejaba a tres cuadras de “Caminito”, luego de 27 años de no pisar esas veredas las expectativas era muy grandes. Las calles no pasaban más, una detrás de otra parecían interminables, solo las paradas y la charla de la gente lo sacaba de la monótona rutina que es dormirse en el viaje. Al llegar, el inconfundible olor del Riachuelo lo despertó del todo, ávido de emociones se bajó rápidamente y casi a los saltitos se acercó hasta el antiguo puente de hierro. Los barcos aún estaban ahí, como esperando su regreso. Poca gente debido al intenso calor del mediodía, pero tenazmente comenzó a caminar las pocas cuadras que quedaban hasta su destino. Pinturas y murales poblaban el lugar, todos se apresuraban para subir y sacarse una foto con el muñeco gigante de Maradona en el balcón de "Caminito", las gurisas y tangueras por doquier. Emocionado por demás, este caminito era parte de su niñez, parte escondida en el fondo de sus recuerdos en el corazón, mezcla de alegría y tristeza. En un momento pensó y soñó que podría haber sido otro momento, otra vida, y estar caminando por ese mágico lugar de la mano con su hija, que tambien sus primeros pasos los que marcan la vida hubieran sido en ese lugar junto a su papá. Pero ahora estaba a miles de kilómetros y solo podía hundirse alejándose junto con sus recuerdos marchitos.
Mientras masticaba la tristeza de extrañar a su hija un muchacho jóven y pequeño le corta el paso ofreciendole el confortable asiento, la buena comida y el show gratis que ofrecián los tangueros de la parrilla. Algo hizo que se quedara a charlar con el chico, al preguntar de donde era el joven se sonríe y de su billetera saca un carnet de conductor...de Puerto Madryn. La sorpresa fue tal que el vendedor de ilusiones ofreció si se quedaba la bebida gratis por ser Chubutense jeje. Oferta que no pudo rechazar. La comida exquisita, la atención excelente y la cantante de tangos...vale la pena decir que se enamoró de él...y fue correspondida. Quizá el bastón o la tristeza pintada en su cara le habrá movido alguna fibra sensible dentro de ella, porque el universo se conjugó y ese mediodía cantó solo para él. Embobado con su voz y la emoción que ponía en las letras pasó la mejor hora y seria un hermoso recuerdo más, pero este sería presente y no del pasado confuso casi sin detalles perdidos por el tiempo. Al cantarle "Garganta con Arena" del maestro Goyeneche, ya no pudo resistir las lágrimas que corrieron lentamente mientras grababa esa canción tiernamente entonada, como siempre soñó que esa canción sonaría en las calles empedradas de "Caminito". No quería irse, quería quedarse para siempre con el tiempo suspendido y congelando para siempre, pero debia volver a la realidad, al mundo "normal" donde solo había dolores, perdidas y recuerdos tristes. Había cerrado un capitulo de su niñez inconclusa y ahora podía pensar en su hija, a miles de kilómetros de distancia, pero se sentía en paz.

viernes, 10 de diciembre de 2010

CALLEJERO

La lluvia sobre la ciudad le permitió conocer a esos extraños un poco más. Cientos de paraguas aparecieron como por arte de magia, esquivando las puntas afiladas reptaba por entre la gente como una serpiente corriendo un ratón. Luego de mojarse durante varias cuadras encontró una vendedora callejera que aprovechó la oportunidad que el cielo le daba para hacer negocio con los desprevenidos transeúntes. Mas tranquilo con el techo de tela sobre su cabeza, pudo observar más cómodo a su alrededor. Las mujeres con sus sandalias de corcho esquivando los charcos de agua, aunque esto era casi inútil, los pies chorreaban agua. Los vendedores callejeros peleando con los de seguridad de los negocios para sacarlos de debajo de sus toldos, los paseadores de perros insultando su mala suerte y los mozos de los bares atiborrados de trabajo por la cantidad de gente que entró de golpe en sus trabajos.
Un pebete de jamón y queso y una gaseosa le devolvieron las ganas de seguir caminando, el bastón era su único compañero, aunque solo podía caminar pocas cuadras y con mucho esfuerzo (que lo pagaba luego con cansancio) aprovechaba esas oportunidades para grabar cada cosa que veía en su memoria. Los recuerdos de su niñez venían a su mente de a poco, como si aún estuviera dormido y escondido en algún rincón de su mente.
El mayor placer lo tuvo al encontrar el edificio en donde pasó los primero años de su vida, 25 de Mayo 277, esos números nunca se borraron de su cabeza, a veces soñaba con ver ese cartel una vez más. Pero la desilusión marcó sus ojos que se llenaron de lágrimas al ver que ya no existía “su” edificio, ahora era uno mucho más alto y enorme. Igualmente suspiró de placer y añoranza al mirar por última vez esos números mágicos que lo traían a un tiempo en donde esperaba en la escalinata a que su papá llegara.
Muy cansado estaba ya y el bastón parecía pesar veinte kilos, la cintura era un solo dolor ni hablar de la pierna, la arrastraba tanto que temía en cualquier momento alguna caída, se apoyó contra una pared que le daba resguardo de la lluvia y la gente, decidió retornar al hotel cuando un alma caritativa le puso unos billetes en la mano, “cómprese algo calentito” –le dijo la señora sonriendo.

jueves, 9 de diciembre de 2010

TURMALINA (calle Lavalle)

El ruido lo aturdía, no había donde escapar de los bocinazos atroces de los taxistas, desesperado buscaba un refugio, algo en donde pudiera recobrar los sentidos. Miraba a todos lados y solo veía gente corriendo o caminando apurada, cruzando semáforos en rojo, apresurados de la vida, la corta vida y patética vida que viven. Una sonrisa se asoma tímidamente de entre esos muertos vivos casi como una flor en el desierto que es un indicio de la humedad de un oasis. Una mujer joven muy bella, mezcla de oriental y criollo, con unos ojos grises que atolondraron su corazón le indicaron que pase por su tienda. “Turmalina” se leía en la entrada, era como una casita de cuentos, todo de vidrio, se podía observar todo el local de una sola mirada y por todos los rincones había piedras, rocas, cristal de roca, fuentes de agua en miniatura. Todo lo que tenga que ver con lo esotérico en piedras y gemas ahí estaban, esperando ansiosas que alguien se las llevara. La tienda la atendía una dama (mucho mas que señora a mi entender) de unos cincuenta años y todavía se podían leer en sus rasgos que fue una mujer muy hermosa de joven, que dejo una languida belleza a su edad.
Al entrar me saluda con una sonrisa encantadora (por demás encantado ya con la joven que lo atrajo con sus ojos) y me invita a recorrer el lugar, recorrer era un decir, girar sobre uno mismo ya era recorrer el lugar de lo pequeño que era, eso sí eran interminables las miradas a los variados y decorados objetos y las piedras mas simples dejadas como al descuido eran las mas bellas y atrayentes.
Al pasar por debajo de unos atrapasueños un colgante con piedras delgadas y pulidas asemejando ojos se desploma al suelo con el característico ruido a cristal (del bueno) roto. Mi estupor duró un segundo al darme vuelta y ver si al pasar lo había tocado apenas motivando su fatal caída. Un suspiro de alivio al ver que se “cayó solo” recorrió mi cuerpo, la dama de las gemas me sonríe nuevamente diciéndome “no es nada, no pasó nada”. Al elegir unas piedras del signo de mi hija, le digo en modo de disculpa “serán mis tumores que están quitando lo positivo por donde paso jaja”. La mirada que me dedicó casi me hizo retroceder unos pasos, sus ojos se tornaron verdes, hubiera jurado que esta digna mujer tenía ojos grises como la hija cuando entre en su tienda. Se interesó saber de donde era y que tipo de tumores sufría etc. y me preguntó si tenía fotos de mi hija -¡claro que tengo! Le contesté y le mostré la foto que llevo en el celular. Su cara se trastocó. Como si se rompiera algo en su mirada, buscó entre sus cuencos del piso llenos de piedritas y me dio dos hermosas piedras, una verde y otra negra, me las regaló junto con las piedras de mi hija. Al saludarla y desearles lo mejor a las dos bellas mujeres de las gemas, juro que tenia ojos grises cuando me despedí prometiendo volver a pasar alguna vez por ahí con mi hija.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

CAMINANDO

Con un suspiro tomó su bastón y comenzó a recorrer las calles cercanas, de a poco se llenó de coraje para hacer trayectos más largos. De noche en el hotel dormía mas de 8 hs seguidas, del cansancio que tenía, pero estaba felíz. 27 años tardó en volver a su infancia, las calles le resultaban familiares, veía las caras de las personas que pasaban rapidamente a su lado sin mirarlo y se preguntaba si en ese mar de gente habría algún amigo de la infancia, quiza una prima o hasta su propio padre. Núnca más volvió a capital , pero la Patagonia era ya su casa, su lugar en el mundo. Del cual le costaba horrorres desprenderse.

La gente sigue pasando a su lado, caminan rápido, como si su vida dependiera de eso, histéricos y enojados con la vida que llevan. Ellos no se imaginaban la cantidad de imagenes que cruzaban por su mente, lagos y ríos. La soledad del bosque y el silencio de la montaña. Jamás en sus vidas podrían en su mente imaginarse todo eso, pues ya no tienen imaginación. Hace mucho tiempo sucumbieron al ruido y la vorágine de la ciudad, esa ciudad que destruye los sentidos, los adormece a tal punto que no son capaces de articular un "buen día" al establecer alguna venta comercial callejera.

Mientras miraba a un hombre que en la calle lavalle voceaba..."llegaron las robóticas para leeeer", un mensaje de texto del sur, entró en su celular y la frescura de su ciudad se apoderó de su cuerpo y su corazón, era unas simples palabras, palabras desconocidas para el resto de la gente que seguía pasando y esquivandolo maravillosamente sin tocarlo, palabras que no existen en el vocabulario porteño, pero para él era todo lo que simplificaba el amor de su gente y conocidos.

-¿seguís en bs As? ¿estás bien?

Esas palabras de sus amigos le daban fuerzas para soportar los 15 días que deberia esperar los resultados de sus tumores, la vida sigue, solo hay que darle batalla.

Tomó nuevamente su bastón y con un suspiro mucho más largo y con pasos más cortos por el dolor y el cansancio, se encaminó hacia Plaza Roma, la plaza de su infancia.



Gabriel