La lluvia sobre la ciudad le permitió conocer a esos extraños un poco más. Cientos de paraguas aparecieron como por arte de magia, esquivando las puntas afiladas reptaba por entre la gente como una serpiente corriendo un ratón. Luego de mojarse durante varias cuadras encontró una vendedora callejera que aprovechó la oportunidad que el cielo le daba para hacer negocio con los desprevenidos transeúntes. Mas tranquilo con el techo de tela sobre su cabeza, pudo observar más cómodo a su alrededor. Las mujeres con sus sandalias de corcho esquivando los charcos de agua, aunque esto era casi inútil, los pies chorreaban agua. Los vendedores callejeros peleando con los de seguridad de los negocios para sacarlos de debajo de sus toldos, los paseadores de perros insultando su mala suerte y los mozos de los bares atiborrados de trabajo por la cantidad de gente que entró de golpe en sus trabajos.
Un pebete de jamón y queso y una gaseosa le devolvieron las ganas de seguir caminando, el bastón era su único compañero, aunque solo podía caminar pocas cuadras y con mucho esfuerzo (que lo pagaba luego con cansancio) aprovechaba esas oportunidades para grabar cada cosa que veía en su memoria. Los recuerdos de su niñez venían a su mente de a poco, como si aún estuviera dormido y escondido en algún rincón de su mente.
El mayor placer lo tuvo al encontrar el edificio en donde pasó los primero años de su vida, 25 de Mayo 277, esos números nunca se borraron de su cabeza, a veces soñaba con ver ese cartel una vez más. Pero la desilusión marcó sus ojos que se llenaron de lágrimas al ver que ya no existía “su” edificio, ahora era uno mucho más alto y enorme. Igualmente suspiró de placer y añoranza al mirar por última vez esos números mágicos que lo traían a un tiempo en donde esperaba en la escalinata a que su papá llegara.
Muy cansado estaba ya y el bastón parecía pesar veinte kilos, la cintura era un solo dolor ni hablar de la pierna, la arrastraba tanto que temía en cualquier momento alguna caída, se apoyó contra una pared que le daba resguardo de la lluvia y la gente, decidió retornar al hotel cuando un alma caritativa le puso unos billetes en la mano, “cómprese algo calentito” –le dijo la señora sonriendo.
cerrar los circulos inconclusos en la vida .a veces da lugar a nuevos recuerdos para construir ,,como siempre tus descripciones transportan ,gracias
ResponderEliminar