domingo, 12 de diciembre de 2010

CAMINITO

Los adoquines le hacían bastante difícil caminar sin tropezarse con su amigo el bastón, incondicional hasta ahora lo salvó de muchos apuros, temiendo que se transforme en una necesidad mutua, a veces se atrevía a salir sin él. Al poco rato volvía a buscarlo, en silencio y sin decir “te lo dije” el bastón se dejaba llevar feliz de poder escaparse del encierro del hotel caluroso, húmedo y barato.
Tomó el “Bondi” 152 que lo dejaba a tres cuadras de “Caminito”, luego de 27 años de no pisar esas veredas las expectativas era muy grandes. Las calles no pasaban más, una detrás de otra parecían interminables, solo las paradas y la charla de la gente lo sacaba de la monótona rutina que es dormirse en el viaje. Al llegar, el inconfundible olor del Riachuelo lo despertó del todo, ávido de emociones se bajó rápidamente y casi a los saltitos se acercó hasta el antiguo puente de hierro. Los barcos aún estaban ahí, como esperando su regreso. Poca gente debido al intenso calor del mediodía, pero tenazmente comenzó a caminar las pocas cuadras que quedaban hasta su destino. Pinturas y murales poblaban el lugar, todos se apresuraban para subir y sacarse una foto con el muñeco gigante de Maradona en el balcón de "Caminito", las gurisas y tangueras por doquier. Emocionado por demás, este caminito era parte de su niñez, parte escondida en el fondo de sus recuerdos en el corazón, mezcla de alegría y tristeza. En un momento pensó y soñó que podría haber sido otro momento, otra vida, y estar caminando por ese mágico lugar de la mano con su hija, que tambien sus primeros pasos los que marcan la vida hubieran sido en ese lugar junto a su papá. Pero ahora estaba a miles de kilómetros y solo podía hundirse alejándose junto con sus recuerdos marchitos.
Mientras masticaba la tristeza de extrañar a su hija un muchacho jóven y pequeño le corta el paso ofreciendole el confortable asiento, la buena comida y el show gratis que ofrecián los tangueros de la parrilla. Algo hizo que se quedara a charlar con el chico, al preguntar de donde era el joven se sonríe y de su billetera saca un carnet de conductor...de Puerto Madryn. La sorpresa fue tal que el vendedor de ilusiones ofreció si se quedaba la bebida gratis por ser Chubutense jeje. Oferta que no pudo rechazar. La comida exquisita, la atención excelente y la cantante de tangos...vale la pena decir que se enamoró de él...y fue correspondida. Quizá el bastón o la tristeza pintada en su cara le habrá movido alguna fibra sensible dentro de ella, porque el universo se conjugó y ese mediodía cantó solo para él. Embobado con su voz y la emoción que ponía en las letras pasó la mejor hora y seria un hermoso recuerdo más, pero este sería presente y no del pasado confuso casi sin detalles perdidos por el tiempo. Al cantarle "Garganta con Arena" del maestro Goyeneche, ya no pudo resistir las lágrimas que corrieron lentamente mientras grababa esa canción tiernamente entonada, como siempre soñó que esa canción sonaría en las calles empedradas de "Caminito". No quería irse, quería quedarse para siempre con el tiempo suspendido y congelando para siempre, pero debia volver a la realidad, al mundo "normal" donde solo había dolores, perdidas y recuerdos tristes. Había cerrado un capitulo de su niñez inconclusa y ahora podía pensar en su hija, a miles de kilómetros de distancia, pero se sentía en paz.

1 comentario:

  1. tan lleno de sentimientos que casi pude escuchar la canción y ver la escena ,Logras transportar con tus cuentos ,gracias ,

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