jueves, 9 de diciembre de 2010

TURMALINA (calle Lavalle)

El ruido lo aturdía, no había donde escapar de los bocinazos atroces de los taxistas, desesperado buscaba un refugio, algo en donde pudiera recobrar los sentidos. Miraba a todos lados y solo veía gente corriendo o caminando apurada, cruzando semáforos en rojo, apresurados de la vida, la corta vida y patética vida que viven. Una sonrisa se asoma tímidamente de entre esos muertos vivos casi como una flor en el desierto que es un indicio de la humedad de un oasis. Una mujer joven muy bella, mezcla de oriental y criollo, con unos ojos grises que atolondraron su corazón le indicaron que pase por su tienda. “Turmalina” se leía en la entrada, era como una casita de cuentos, todo de vidrio, se podía observar todo el local de una sola mirada y por todos los rincones había piedras, rocas, cristal de roca, fuentes de agua en miniatura. Todo lo que tenga que ver con lo esotérico en piedras y gemas ahí estaban, esperando ansiosas que alguien se las llevara. La tienda la atendía una dama (mucho mas que señora a mi entender) de unos cincuenta años y todavía se podían leer en sus rasgos que fue una mujer muy hermosa de joven, que dejo una languida belleza a su edad.
Al entrar me saluda con una sonrisa encantadora (por demás encantado ya con la joven que lo atrajo con sus ojos) y me invita a recorrer el lugar, recorrer era un decir, girar sobre uno mismo ya era recorrer el lugar de lo pequeño que era, eso sí eran interminables las miradas a los variados y decorados objetos y las piedras mas simples dejadas como al descuido eran las mas bellas y atrayentes.
Al pasar por debajo de unos atrapasueños un colgante con piedras delgadas y pulidas asemejando ojos se desploma al suelo con el característico ruido a cristal (del bueno) roto. Mi estupor duró un segundo al darme vuelta y ver si al pasar lo había tocado apenas motivando su fatal caída. Un suspiro de alivio al ver que se “cayó solo” recorrió mi cuerpo, la dama de las gemas me sonríe nuevamente diciéndome “no es nada, no pasó nada”. Al elegir unas piedras del signo de mi hija, le digo en modo de disculpa “serán mis tumores que están quitando lo positivo por donde paso jaja”. La mirada que me dedicó casi me hizo retroceder unos pasos, sus ojos se tornaron verdes, hubiera jurado que esta digna mujer tenía ojos grises como la hija cuando entre en su tienda. Se interesó saber de donde era y que tipo de tumores sufría etc. y me preguntó si tenía fotos de mi hija -¡claro que tengo! Le contesté y le mostré la foto que llevo en el celular. Su cara se trastocó. Como si se rompiera algo en su mirada, buscó entre sus cuencos del piso llenos de piedritas y me dio dos hermosas piedras, una verde y otra negra, me las regaló junto con las piedras de mi hija. Al saludarla y desearles lo mejor a las dos bellas mujeres de las gemas, juro que tenia ojos grises cuando me despedí prometiendo volver a pasar alguna vez por ahí con mi hija.

1 comentario:

  1. el universo increiblemente siempre nos pone donde mas necesitamos estar y encontrar a las personas que necesitamos encontrar ,Hermosa descripción

    ResponderEliminar