jueves, 13 de octubre de 2011

RECUERDOS

Te juro que siento sus risas, es como que están clavadas en mis oídos, aunque solo es el eco del silencio atroz. Tal vez no fui lo que debería haber sido, pero tampoco fui lo peor que pude haberle pasado. ¿Me extrañará? Se acerca otro domingo, otra fecha para sufrir, podrían decir que soy masoquista, pero el dolor que hay en mí solo es una amarga letanía que me recuerda todos los días lo que no tengo. Pasan días, los días me pasan, hago fuerza, te juro que intento olvidarme que no está, pero eso es tan imposible como pedirme que deje de amarla por la distancia que nos separa. Tal vez…tal vez.
Todo se resume al tal vez….tal vez si no hubiera hecho esto o aquello, con el tal vez intento darme cuenta que no está. Que pude dar lo mejor de mí y se lo di por supuesto, nadie podrá decir jamás que no le dedique todo mi tiempo…y mi vida entera. Solo los que sufren las ausencias saben de qué hablo, la ausencia…
Eso que hace que el reloj marque eternamente las horas, los días que pasan inexorablemente y me alejan cada vez más. Hasta que ya no exista el recuerdo mío en su mente. Cuanto más grande se hace…mas me entierra en su mente. Quizá fue mejor para ella, el tener que verme sufrir tanto, el no poder alzarla en brazos, el darle una vida triste a mi lado. Tal vez…tal vez fue mejor así.
Inútil no pensarla, cada día que pasa aunque ponga mi mente en blanco, basta con mirar a mí alrededor y las fotos me la recuerdan, su ropa, el vacío de mi habitación que alguna vez acunó su sueño. No soporto ver las fotos, sabiendo que ya no es como en esas imágenes, ahora debe ser más grande, más linda, más inteligente, más nena.
La enfermedad es una tortura, saber como terminará y no poder hacer nada al respecto, pero si puedo hacer por ella, protegerla con pensamientos lindos, recordarla como era tan bella y mimosa, acariciarla con mis besos y abrazos al aire, para que le lleguen en algún momento. Guardar todo lo que escribo en una caja, para que el día de mañana pueda leerme y ver todo lo que escribía mientras la pensaba, mi legado para ella. Un tesoro.
El golpe en la arena me despertó, la silla se había torcido y con el peso se fue enterrando más de costado en la arena. Inevitable reírme por lo sucedido, mientras mi hija me miraba desde el agua con esa mirada tan particular que tiene entornando los ojos.
-Maaa, ¡papá se cayó otra vez de la silla!
-y bueno hija, él siempre está soñando, dejalo que ya aprenderá.
¡Era un sueño! Jajaja, que estúpido soy. Bue, me hago otra siestita mientras mi hija retoza feliz en el agua.