Tenía
tanto miedo que se le erizaban los pelos, corría a tropezones por la calle
obscura intentando llegar hasta el bosque. Los monstruos le seguían de cerca,
podía escuchar sus voces y el jadeo de ellos al correr detrás de él.
Sabía
que si era atrapado sería su fin, muchas veces había escuchado historias de los
que se adentraban por curiosidad y nunca más volvían. Conoció una vez el caso
de uno que fue atrapado y pudo escapar, en su cuerpo quedaron las huellas de la
tortura al ser analizado, pinchado en infinidad de estudios médicos. Las
imágenes en su mente le aterraban, no quería terminar despedazado en frascos
etiquetados.
Se
enredó entre las plantas y peleó con esas enredaderas creyendo que eran las
horribles bestias que le perseguían.
Gritó
de miedo y supo que era su fin, ese grito alertó su posición. Pensó en su
familia, sus hijos sufrirían mucho por su culpa, esto le infundió una fuerza núnca
antes sentida, decidió que era momento de dar batalla. Eran muchos, pero no le
importó. Se escondió detrás de un árbol y esperó.
El
primero que llegó se frenó de golpe, las huellas terminaban ahí. En ese
instante corrió y saltó sobre él, sabía que tenía que inmovilizarlo antes que
usara las garras. El golpe los atontó a los dos, la furia contenida se desparramo
en la criatura. El liquido pegajoso y caliente lo asqueo. Lo miró un segundo y
pudo ver en esos ojos pequeños y aturdidos el odio que sentía. El sentimiento
era mutuo. De un solo movimiento torció esa cabeza hasta que tronaron los
huesos.
Sintió un
zumbido y la electricidad corrió por su cuerpo, las convulsiones no le
permitían levantarse, solo se retorcía de dolor. Una red le cayó encima y lo
último que vio fue un garrote que le dio en la cabeza y la noche se hizo en su
mente.
Cuando
despertó se encontraba en una habitación muy iluminada, sus ojos no soportaban
esa luz. Unas figuras de blanco con sus rostros cubiertos por una escafandra se
acercaron a él. Acercaron una mesa en donde pudo ver una infinidad de
instrumentos desconocidos, pero se dio cuenta que le causarían dolor. Los
hombres tomaron un escalpelo cada uno y procedieron a cortar al extraterrestre
mientras relataban a un micrófono todo lo que iban haciendo. El pequeño ser del
espacio pensó en su hijos antes de morir bajo el bisturí de los humanos.