lunes, 16 de junio de 2014
LUZ
Era una luz brillante, no era de esas lucecitas como la de los árboles de navidad, ni tampoco como las luciérnagas. Era mucho más intensa que la de un faro. Algunos podrían decir que más que una luz parecía como si todos los soles del universo hubieran expulsado todo su poder en un instante. Pero esta no enceguecía, se le podía mirar sin parpadear y no sentir la sensación de quedar ciego. No se parecía a nada conocido, era una luz virtuosa, cálida. Que iluminaba por dentro, como si fuera el alma que destellaba amor. Horas y horas admirándola, sin comer ni dormir. Ausente a toda pregunta y perdido a cada verdad. No podía dejar de mirar. Estuvo así varios años, se olvido del amor y la sed le abandonó. Su piel se volvió transparente. Siglos, milenios, eones pasaron hasta que el hombre enfrente del espejo cerro sus ojos y con él se extinguió la vida en ese mundo.
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