miércoles, 15 de julio de 2020

ÉL


Me pregunto si Caronte estará ansioso de llevarme al inframundo. Yo lo imagino en su barca, apoyado en su remo, golpeando rítmicamente un dedo huesudo contra la madera, creando un eco terrorífico, pero por demás hermoso, soñando con mis monedas.
El pago bien será dado. No soy de tener deudas. Ni quisiera que esta vez sea la primera. ¿Quién sabe dónde podría terminar? Es de seguro que estará contando los segundos que faltan para llegar a este muelle antiquísimo y cobrar su pago. Pero me intriga ese momento. ¿Me preguntará algo? ¿Acaso seré yo el interrogador? Pero seguro que el encuentro, breve o largo, será intenso.
Veo a lo lejos una luz pequeña, que va creciendo de a poco, como un faro. Se hace más intensa la luminosidad, ahora puedo ver las sombras del abismo ante el cual estoy parado, ansioso. No tengo miedo ni espanto. Ya lo dijo el Dante -"Dejad toda esperanza los que aquí entraís".
Ya diviso la silueta que ha de ser él. Una farola colgada en la proa de la barca es la que marca el camino, formando sombras de las almas perdidas en las paredes cavernosas. Siento un escalofrío recorrer mi espalda. Mi mano en mi bolsillo, los dedos revolviendo buscando el pago. Que alivio encontrar las monedas requeridas.
El faro se acerca dándome su luz cálida de lleno en mis ojos. Los entrecierro y mi mano con sus monedas tintineantes intentan tapar ese increíble fulgor.
Un ruido de entrechocar madera, la barca ha atracado. Se oye rechinar de dientes. Una sombra cae sobre mi y un frío intenso cala mis huesos.
Estiro mi mano con las monedas y levanto la mirada al barquero.
Oh, es él.
Caronte.

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