El fantasma no le dejaba en paz, no era de esos que asustan,
no podía aún catalogarlo, pero no le causaba miedo.
Andaba por la casa como si fuera suya. El hombre se había
mudado hacía un par de semanas y ya desde la primera noche lo vio rondar por la
casa.
En realidad daba lástima el tipo. Se nota que se había
ahorcado porque un pedazo de cuerda todavía lo tenía atado en el cogote. No
hacía ruido al caminar, pero lo que le sacaba de quicio era sus lamentos,
quejidos y lloriqueos. A veces en medio de la noche se levantaba y le gritaba
que se callara, lo que el fantasma contestaba con unos sorbidos de mocos y como
que se limpiaba la nariz en algo, por el ruido acuoso que hacía.
Tenía miedo de contárselo a alguien y que le tildaran de
loco. Porque la cosa es así, si uno habla con Dios: se lo considera una persona
muy religiosa, ahora si Dios te contesta: ¡Estás loco!
En resumen sería lo mismo, la gente cree en fantasmas pero
si alguien ve uno, está al horno. Seguro se lo llevan al loquero.
Así que no le quedaba otra cosa que fumárselo al maldito
fantasma quejoso.
Una noche de insomnio más era en donde ya la crisis de falta
de sueño le taladraba la cabeza, agarró un secador de piso que tenía siempre a
mano para sacar los charcos de lágrimas que dejaba el fantasma mariconazo y
salió de la habitación a buscarlo, lo encontró justo en el comedor de espaldas
a él.
El primer varillazo le dio de lleno en el lomo a lo que el
quejoso, empezó a quejarse en serio. El segundo secadorazo fue en la oreja, el
quejido se transformó en chillido. Y así le siguió dando por todos lados hasta
que el tipo se cansó. El fantasma retorciéndose de dolor en el suelo, se
agarraba la cabeza, la panza, las orejas, mientras que el dueño de casa le dice:
-Ahí tenés pelotudo, ahora quejate de verdad, maricón. Y si
mañana a la noche seguís con lo mismo, te voy a dar con el rebenque amansa
suegras que tengo colgado en el comedor, que seguro a vos te va a servir igual.
Se encamina a la habitación, pero se arrepiente vuelve a
donde estaba el otro tirado y le da terrible patada en el traste.
-Fantasma del orto –le dice enojadísimo.
Se acostó en su cama e inmediatamente se durmió.
El fantasma no apareció a la otra noche, ni a la otra, ni a
la otra noche.
El amo de casa estaba feliz, nada como unos buenos lonjazos
en el lomo para enderezar a cualquiera.
muy tétrico y a la vez divertido, plagado de sarcasmo, propio de un escritor que desea que los lectores recorran todos las variedades de cuentos, divertido hasta el final.. gracias por compartir los escritos
ResponderEliminargracias por pasar
Eliminarmuyyyyyyyyyyy bueno !un cuento muy argentino! tu humor sale a la luz ,hasta se puede sacar alguna reflexión si se quiere buscar.
ResponderEliminarmmm solo quien me conoce muy bien sabe de mi humor....no?
Eliminarte ahorro tiempo asi no reflexionas tanto, el fantasma son mis dolores físicos que no me dejan dormir, y las ganas que tengo de paterles el culo a los tumores, pero preferí escribir un cuentito y olvidarme del dolor...un rato.
mi humor es muy argentino, y si estuviera en Bs As, estaría voceando algo para vender en microcentro, algun payaso multicolor, las robóticas para leer, o alguna boludez que nadie necesita pero que es indispensable lo compres.
gracias por pasar.
es verdadd! reflexionas ,te cansas, que ganas! diría Minguito!! y si. Uno suele comprar cosas que no necesita .pero si yo estuviera en Bs As preferiría un buen helado de dulce de leche en todas sus variantes sentada en alguna esquina tranquila, antes que andar esquivando gente apurada en el microcentro. saludos .(al final las roboticas para leer ,no sirven para leer,doy fè.
ResponderEliminar)