Tenía un pantalón gastado por el uso, un pullover grueso para el frío y una sonrisa bonachona que ilumino la llegada. Me esperaba a la vera del camino para que no me perdiera ya que fueron veinte kilómetros en senderos montañosos y fangosos por el clima.
Así estaba
esperándome el hombre del bosque.
Ese fue el
nombre que cariñosamente le puse en mi mente. Este hombre me invitó a su casa y
a conocer su pequeña imprenta, perdidos las dos cosas en Mallín Ahogado, pleno
bosque helado y congelado por el invierno. No había una entrada, era un sendero
cuesta abajo nada más. La casa no era grande, pero toda de madera rústica. Al
entrar creía que estaba en una de esas que uno puede leer en alguna novela
sobre los hombres rudos de Alaska, combatiendo los inviernos crudos y
sobreviviendo gracias al carácter.
Pero estaba
alejado de la realidad, era un lugar al estilo Dickens, frío pero agradable.
Infinidad de cosas en por todos lados, una rueca con una lana a medio terminar,
semillas de calabaza secándose y un gato que rogaba por unas caricias. En un
momento casi me sentí dentro de un agujero Hobbit.
Saludé a su
señora y al hijo, pocas palabras, pero es típico de alguien que está
acostumbrado a tener visitas conocidas y yo ahí resaltaba como un citadino en
una granja. No dejaba de ser un extraño, desde mi punto de vista, ya que me
hicieron sentir como en mi casa.
Luego de
charlar y unos pocos mates, la conversación de literatura fue derivando hasta
terminar en una charla filosófica de la vida y las enfermedades.
Lamentablemente en su familia también vivían luchando diariamente con una
enfermedad, en este caso grave.
Sus ojos
claros como el cielo que empezaba a obscurecer, no tenían un dejo de bronca o
tristeza, lo que deba ser, será. Esto me recordaba la frase de Alana en “El
Faro”.
Hacía frío,
aunque cada tanto ponía un palo de leña al fuego, se sentía bastante el frío,
ellos estaban acostumbrados.
El hombre me
caía muy bien, como se dice “es buena gente”.
Pero me
sentía insignificante a su lado, le escuchaba atentamente lo que decía, su
manera simple de ver la vida. Que la vida es finita, hay que vivir el hoy,
mañana podría no llegar.
Sus
palabras me taladraban el cerebro, me daban vueltas, intentando asimilarlas.
Tenía mucho conocimiento sobre terapias alternativas oncológicas. Todo natural,
sin venenos. Y sentí como deseaba realmente de corazón que algo me hiciera
efecto, ya que para él había que buscar la raíz del problema, el motivo por el
cual uno está enfermo.
Y eso mismo
es la solución.
¿Cuántas
veces habremos tenido estrés por problemas en el trabajo, en la familia, en el
amor? Y terminamos enfermos de cuerpo y alma. Repercute en nuestro cuerpo.
La teoría
de la Terapia Neural,
es esa. Tan sencillo como difícil. Ya que debemos llegar a fondo en nosotros
mismos para entender el problema.
Y de ahí también
parte sobre las Relaciones Toxicas bien explicadas por los psicólogos
emocionales.
Es un
círculo vicioso.
Poco a poco
fui dejando de hablar y solo escuché. Lo escuché a él.
Antes de
despedirme le di mi libro y le expliqué el porque del libro. Sus ojos claros
perdieron un poco de brillo al escucharme. Como siempre me pasa, se me
atraganta la saliva al contar la historia de porque escribí ese libro. Yo tengo
memoria, no olvido ni olvidaré quien es El Faro. Aunque sea una historia mal
contada, mal narrada y hasta plagada de errores por culpa del editor (perdí
plata) la idea es que la gente supiera que el amor que había en mí podía ser
escrito.
Creo que el
hombre lo entendió.
Cerramos
trato para terminar y editar la segunda parte de “El Faro”, volví a Bolsón
contento, feliz de terminar la historia y triste, porque es el fin de esta
novela. Aunque el primer libro fue editado y a nadie le intereso este tributo
(ni siquiera por la memoria de para quien fue escrito se interesaron y
realmente lo boicotearon) por eso, esta segunda parte la escribí para mí. Es el
libro que me gusta, lo disfruté al escribirlo, y como con el anterior, lo
compartiré con la gente.
El Faro
termina aquí, pero los personajes como en todas las historias tienen vida
propia y algunos de ellos rondan por mis blogs, solo es cuestión de saber leer
entre líneas, interpretar al autor y llenar los espacios vacíos con sus propias
conclusiones.
Esta
historia la cuento en primera persona, ya que así la viví.
Gabriel
Que bello el mensaje quue escribis detras de las letras, me parece haber vivido esas sensaciones. Belleza pura, adelante con el faro II, no importa que no reconozcan el esfuerzo, lo que importa es que lo hiciste con tanto amor, el no muere, y que interesante el mensaje del señor del bosque, un personaje como ninguno, quiza sea muy importante ese viaje al bosque, quiza alli se enjendro la historia y la solucion de todos los penares, te sigo siempre querido escritor, aunque te llames " aprendiz". un abrazo de oso
ResponderEliminarla mayoría de las veces no obtenemos lo que pedimos pero siempre obtenemos lo que necesitamos ! (leido por ahi)No solo el desamor y el estrés nos enferman .los miedos, rabia y enojos son veneno literalmente .Que el viento frio del sur ,los bosques ,los lagos y las hadas te limpien de lo malo siempre .un abrazo.
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