Estaban los dos monstruos agazapados
frente a la casa, era una casa de campo con animales de granja gallinas, pavos,
patos y lechones, casa pequeña pero bonita.
No eran dos monstruos como los que
pintan en las películas o tipo expedientes secretos x, no tenían dos cabezas ni
dos bocas. Sencillamente eran feos, absolutamente feos, horrorosos, al estilo
Frankeistein. Amplias jorobas en sus espaldas y sus voces eran rasposas y un
poco chillona, escucharlos hablar aterraba. Eran hermanos abandonados a su
suerte, escondidos en el bosque y nadie sabía de su presencia.
Volviendo al tema, los dos esperaban
el momento justo, que el dueño de casa se acostara a dormir, los monstruos
tenían un gusto por la comida, como decirlo…muy especial.
Así que ahí estaban famélicos, casi
gritando de hambre, no podían comer tan seguido como quisieran, si lo hicieran
alertarían al poblado cercano y alrededores y serían perseguidos, cazados como
conejos.
Tenían los dientes puntiagudos tipo
dientes de tiburón y se pasaban la lengua por las puntas, como aceitando la
herramienta. Las tripas sonaban como tambores, exigiendo ya la comida.
No aguantaron más, salieron del
escondite y sin esperar que el hombre se durmiera atacaron, no les importaba
nada en ese momento, solo la sed de carne.
Los gritos sonaban en el aire y
reverberaban en el bosque, se llevaban la presa a su escondite y los gritos se
esfumaban como migajas de pan dejados por niños perdidos.
Por el camino se gritaban uno a otro,
desesperados por morder y comer. Ya en su escondite decidían si asarlo o
hervirlo. Llegaron a la conclusión que asado siempre había sido más sabroso.
Quien podría negarse a ese aroma.
Mientras uno hacía el fuego el otro
iba descuartizando el cuerpo con gran habilidad. Cortaba, separaba
articulaciones como un cirujano, o mejor quizá. Lo clavaron en una estaca y lo
acercaron al fuego, al rato se sentía el olor a carne asada.
Cuando terminaron de cocinarlo se
sentaron a devorar la carne blanca asada, tierna y a punto, como debe ser.
Cuando están comiendo se ponen a
discutir.
-Estoy cansado de matar así.
-Es la única forma que nos queda –le
contesta el hermano tragando un gran trozo de carne.
-Es que estoy cansado de comer
lechón.
-Callate y come –le grita el hermano.
0 comentarios:
Publicar un comentario