lunes, 24 de diciembre de 2012

NAVIDAD



La desazón le comía el alma, luego de su segundo plato de sopa, el calor del líquido no pudo reponer ese corazón frío y abandonado.
Sin familia, hijos ni nadie que le acompañara, era otra nochebuena que la pasaría solo con su plato de sopa.
La vida da y quita, pero también están los que ayudan a esas necedades terrenales. Había dejado de odiar, lo que le quitaron se le volvería en contra a ellos con el paso de los años, las preguntas que no podrían responder. El porque de las cosas. Decisiones estúpidas tomadas apresuradamente, alejamientos y negaciones. Pero él estaba tranquilo con eso, no era culpable de los actos y decisiones de los demás, se caga en ellos en realidad.
Pero la soledad de fiestas, cumpleaños y algún acontecimiento importante en su vida le revolvía el estómago, por eso solo podía tomar sopa.
Tampoco soportaba la estupidez de la gente, tradiciones vanas, desmembradas y desvirtuadas, acaso ¿Jesús había nacido a las doce de la noche en punto? ¡Qué puntería! Entonces ¿Por qué mierda festejan y brindan a las doce de la noche? Si el nacimiento fue en la mañana de navidad, por eso se llama….mañana de navidad. En fin, esas cosas le sacaban de quicio, esas imbecilidades de religiones inventadas por el hombre y que la manada de simios roza cruces solo siguen ciegamente sin preguntarse eso, lo más simple de todo…¿Es navidad o año nuevo?...como festejamos a las doce en punto.
Terminada la sopa, se tomó un momento para reírse de él mismo, abrió la puerta de su departamento y mirando el cielo nublado y lluvioso, comenzó a reírse, ya eran las doce. Podía escuchar a los vecinos brindando y vociferando la navidad (que aún no había llegado por lógica) y comenzaron las luces en el cielo, para completar el panorama de la ridiculez, ya que la tradición de festejar con petardos y luces explosivas era de los chinos y no de los católicos, pero el no era quien para enderezarle la tradición deformada a los religiosos.
Después de un rato de mirar el infinito juego de colores atmosféricos, su corazón se despertó, hubo un atisbo de necesidad, de estar con alguien a quien poder abrazar y decirle feliz navidad. Sus ojos se llenaron de lágrimas que nadie podía ver. Sus manos se crisparon por las ganas de también salir a la calle y tirar pirotecnia mientras la familia miraba, pero él no la tenía.
En cada estampida de colores el rogaba, deseaba, que la navidad también llegara a su puerta, tener un pinito, ver las luces en la noche reflejada en las paredes, un pan dulce en la mesa, turrones y risas, risas de personas y niños.
Y salió, salió a la calle, extendió los brazos al cielo y pidió que el milagro de la navidad lo embargara y embriagara por completo a él también. En ese instante una bala pérdida que algún paisano habrá disparado al cielo le dio de lleno en la cabeza, dejándolo tirado en un charco de su sangre.
Los vecinos se acercaron sin saber que había pasado, algunos alcanzaron a escuchar sus últimas palabras antes de morir.
¡Todavía no es navidad!

viernes, 7 de diciembre de 2012

INFIERNO



La obscuridad le cubrió por completo, estuvo así durante horas. No sentía frío, hambre ni cansancio. Tenía la mirada perdida, miraba más allá, en donde los ojos encuentran los recuerdos dolorosos.
Pasaron días, en los cuales el cuerpo se fue marchitando, derrumbándose en sí mismo, sin dolor, sin amor, sin vida. Era un cuerpo que había sabido amar, abrazar, dar placer, ahora no era más que un despojo de lo que supo ser.
Pasaron semanas, nadie supo de él, en realidad no había quien se interesara por él. Siempre supo que su final sería así, en la absoluta soledad de una habitación sin puertas ni ventanas.
Su mente repetía una y otra vez sin cesar todas las cosas horribles de su vida, su tristeza y la tristeza que causó en los demás. Ya no tenía lágrimas, las había terminado hacía meses atrás.
Y así pasaron años, siempre en la misma posición, mirando la nada, en realidad las imágenes se sucedían en su mente atormentada, imágenes de dolor, frustración y miedo.
Siguieron los siglos y el hombre en el mismo lugar, reviviendo todas las miserias que vivió y que hizo vivir. Su cuerpo era ya una sombra en la pared, solamente sus ojos destilaban un poco de luz.
Milenios después solo quedaron esos ojos derrumbados, antiguamente claros, que miraron más de una vez con amor, que prometieron paz. Ahora eran ojos negros, como la misma sombra que antiguamente fue su cuerpo, ojos sin vida, ojos de la eternidad.
Eones transcurrieron en esa celda de castigo, cuando por fin esos ojos obscuros, luego de tanto tiempo de condena se dieron cuenta de todo el daño que hicieron. Pidieron perdón, por primera vez. Y por fin pudieron cerrarse en paz.

viernes, 12 de octubre de 2012

MONSTRUOS



Tenía tanto miedo que se le erizaban los pelos, corría a tropezones por la calle obscura intentando llegar hasta el bosque. Los monstruos le seguían de cerca, podía escuchar sus voces y el jadeo de ellos al correr detrás de él.
Sabía que si era atrapado sería su fin, muchas veces había escuchado historias de los que se adentraban por curiosidad y nunca más volvían. Conoció una vez el caso de uno que fue atrapado y pudo escapar, en su cuerpo quedaron las huellas de la tortura al ser analizado, pinchado en infinidad de estudios médicos. Las imágenes en su mente le aterraban, no quería terminar despedazado en frascos etiquetados.
Se enredó entre las plantas y peleó con esas enredaderas creyendo que eran las horribles bestias que le perseguían.
Gritó de miedo y supo que era su fin, ese grito alertó su posición. Pensó en su familia, sus hijos sufrirían mucho por su culpa, esto le infundió una fuerza núnca antes sentida, decidió que era momento de dar batalla. Eran muchos, pero no le importó. Se escondió detrás de un árbol y esperó.
El primero que llegó se frenó de golpe, las huellas terminaban ahí. En ese instante corrió y saltó sobre él, sabía que tenía que inmovilizarlo antes que usara las garras. El golpe los atontó a los dos, la furia contenida se desparramo en la criatura. El liquido pegajoso y caliente lo asqueo. Lo miró un segundo y pudo ver en esos ojos pequeños y aturdidos el odio que sentía. El sentimiento era mutuo. De un solo movimiento torció esa cabeza hasta que tronaron los huesos.
Sintió un zumbido y la electricidad corrió por su cuerpo, las convulsiones no le permitían levantarse, solo se retorcía de dolor. Una red le cayó encima y lo último que vio fue un garrote que le dio en la cabeza y la noche se hizo en su mente.
Cuando despertó se encontraba en una habitación muy iluminada, sus ojos no soportaban esa luz. Unas figuras de blanco con sus rostros cubiertos por una escafandra se acercaron a él. Acercaron una mesa en donde pudo ver una infinidad de instrumentos desconocidos, pero se dio cuenta que le causarían dolor. Los hombres tomaron un escalpelo cada uno y procedieron a cortar al extraterrestre mientras relataban a un micrófono todo lo que iban haciendo. El pequeño ser del espacio pensó en su hijos antes de morir bajo el bisturí de los humanos.

miércoles, 13 de junio de 2012

FELIZ DIA DEL ESCRITOR

No intentes entender al escritor, él solo es esclavo de sus letras que lo buscan y aturden hasta lograr que las traspase a papel para seguir obnubilando a más personas. La sangre del poeta entinta las páginas de libros que nadie lee, porque el autor no es tal si no es leído. El escritor solo existe cuando un libro es abierto, nace y muere en las manos del lector. Apiádate de el y léelo una vez más, te estará agradecido eternamente, mientras alguien nos lea, seguiremos vivos.

Gabriel

viernes, 8 de junio de 2012

OCTAVA VEZ

La espera fue desesperante, más que las otras siete operaciones. Desesperado por el tiempo, quería estar en condiciones para el día del padre, pasar ese día con su hija,

-¿Cómo se siente?

Como siempre respondió, -apurado.

La pasaron a la camilla de cirugía y lo llevaron por el mismo pasillo que meses atrás. Esta vez el médico con mejor semblante, ya sabiendo con lo que debía luchar, le daba mucho ánimo al paciente. Luego de la consabida peridural (ya nunca más anestesia general por suerte) lo acostaron y procedió a adivinar que hacían con él. El aparato que media sus latidos y la presión lo distraían un poco. Una hora después el médico termina su trabajo, contento le dice que pudo sacar todo, del tamaño de una pelota de ping pong esta vez. Una noche de internación y luego al depto a descansar unos días, nuevamente el bastón en su vida, pero por un tiempo. Mucho dinero gastado en el viaje, muchos prestamos y gente que presto plata, pero no le importaba todo lo que debía, estaba feliz, no podía sacar de su mente el viaje que podría hacer ahora al sur, la emoción llenaba su pecho.

lunes, 9 de abril de 2012

RUTA Nº 40 (PARA LOS QUE PREGUNTARON, NO ES CUENTO, ASI PASÓ)


A lo lejos se veía que algo pasaba en la ruta, acostumbrados a la ruta 40 bajaron la velocidad hasta ver bien que había sucedido, un auto atravesado en la ruta y otro volcado a un costado. Se bajó para ver más de cerca el accidente, cuando se percató que recién había ocurrido. Volvió corriendo al auto para abrigarse, se puso un pantalón arriba del short de verano (a pesar del frío que hacía usaba igual) y una campera arriba de su chaleco, por último manoteó su gorra de la naval para resguardarse del frío en la cabeza. Abrió su bolso de buceo, sacó todas las gasas y compresas que tenía y un pomo con pervinox (que nunca lo usó porque se lo olvidó en el bolsillo de la campera). Volvió caminando hasta los autos, una mujer se me acerca y preguntándome si era de la naval (por la gorra) me pide ayuda, era pediatra.
Una chica de pelo largo ensangrentado, parada a un costado de la ruta, tenía varios cortes profundos en la frente y cabeza, sacó la gasa y se la aplicó sobre la herida, era casi una niña, alguien trajo un paquete de algodón, hizo un apósito con todo eso y le ordenó a un hombre que se lo mantuviera en la frente, alguien le puso una frazada para cubrirla del frío que mordía su cuerpo junto con el shock del accidente y los golpes absorbidos por el cuerpo.


El muchacho comenzó a recorrer la zona del accidente para tener una perspectiva de las prioridades. Un auto atravesado en la ruta era lo más cercano en su camino, una joven mujer atrapada al volante del auto destrozado, al ver que tenía atención de una chica detrás de ella sosteniéndole el cuello por posible fractura cervical da la vuelta para ver la sra que de acompañante estaba tirada sobre la puerta, los ojos sin brillo y la mirada perdida indicaban lo que ya no había, vida. La voz de la pediatra sonó detrás de él.
-Es óbito la sra, -lo dijo como para cortar las ilusiones de su mano que ya se estaba extendiendo hacia el cuello para ver si aún quedaban latidos. Eligió tres hombres fuertes para intentar abrir la puerta, pero era imposible, no se movía ni un milímetro.
Volvió a mirar la situación, mucha gente en la ruta, nadie ayudando. Sus gritos comenzaron a cubrir el ruido del viento, pidiendo fierros, barretas, llave de cruz para abrir la puerta de la mujer atrapada. Mientras la gente buscaba en sus autos, se acercó al auto volcado, varios curiosos husmeaban morbosamente alrededor, al ver las luces de freno encendidas y el olor penetrante de combustible, les indicó a todos de forma autoritaria que por seguridad nadie se acercara ya que podría explotar o iniciar un fuego, sus palabras más la expresión de su cara logró que todos hicieran caso. Luego que no quedaron curiosos que pudieran resultar heridos, bajó hasta el auto aún escuchando a la pediatra gritarle que los dos eran óbitos, mientras la escuchaba pensaba que los médicos creían que era menos traumático decir óbito que muerto o fallecido. Para él era lo mismo, igualmente iba a constatar que no podía hacer nada, nunca se sabe.
Podría relatar lo que el muchacho vio entre los fierros retorcidos, pero sería demasiado tétrico y prefiero contarles lo que él vivió y sintió al bajar a ese mundo de metal retorcido.
Tomó aire sabiendo lo que iba a ver, se acercó del lado del acompañante miró unos momentos que se hicieron eternos, intentando adivinar si había vida en esos muñecos de trapo, con un suspiro largo y profundo que solo sonó en su mente dio la vuelta para ver si podía meter la mano para encontrar la llave de contacto, pero era imposible, el corsa ya no tenía frente y su tablero había desaparecido entre los asientos arrancados por la fuerza del impacto, amago estirar su brazo para tocar la pequeña mano blanca de mujer que colgaba de lo que era el piso del auto ahora convertido en el techo, pero sabía que era algo tan inútil como sentir pena por ellos, en esos momentos quedaba mucho por ayudar y ellos no le necesitaban ya.
Esquivando una cuna de bebé y bolsos desparramados que el baúl había tirado al abrirse en la caída, entendió, comprendió que había un bebé herido.
En la ruta miró desesperado a todos lados por si veía algún movimiento de personas con un bulto en brazos, allá la vio, una mujer entrando a un auto con una persona que le ayudaba a caminar. Llegó a ella cuando ya se sentaba en el asiento del acompañante y alguien le ponía el cinturón de seguridad, un bebé en brazos envuelto en mantas, suspiró aliviado al no ver sangre en él (tarde por la noche leyó en un diario por Internet que también había fallecido), solo la mujer tenía sangre en su cara, pero antes de revisarla, alguien cerró la puerta y arrancaron en dirección a la ciudad.
Más curiosos se acercaban a los muertos atrapados en su último viaje, mas gritos del muchacho y una mirada dura los alejó como si los espantara con la misma parca a su lado.
La chica estaba ahora sentada apoyada contra un mojón, le cambió el apósito y le indicó a una chica que le haga presión con fuerza.
Ahora toda su atención estaba con la mujer atrapada en su vehículo, lo miró un momento ya que este había perdido todo su frente en el golpe y había un charco de combustible por debajo que escurría hacia los costados. Se cercó y era un hombre el que ahora sostenía su cuello para que no se lesionara más, lo miró con una pregunta en sus ojos por demás evidente.
-Soy médico –le dice con tranquilidad, tiene fractura de brazo derecho y pierna izquierda –agrega el galeno.
Vio mucha gente dando vueltas entre los heridos y los vehículos escupiendo combustible, vidrios y dolor. Así que tomó una vez más su garganta y los mandó a sus autos, si no están ayudando ¡a sus autos!, así de simple hizo la cosa el muchacho. Odiaba los buitres que daban vueltas molestando sin ayudar.
Un hombre fornido, grande, que estaba al lado del auto, al mirarlo le dijo: -yo también soy médico. La providencia quiso que pasaran tres médicos en total por esa ruta mortal.
Un hombre bajito, luego se daría cuenta que era chileno por su acento, lo esperaba al lado del auto desde la primera vez que pidió a gritos un fierro para abrir el auto, una varilla cortita con la que no pudo hacerle cosquillas a la puerta hundida y deformada por las presiones encontradas.
En ese momento llega una camioneta policial, lo primero que hace el policía es bajar con su cuaderno y con una cuarta (hierro que se usa para “cinchar” otros vehículos y que tiene orejas en sus puntas donde se pasan pernos o se ata con cables), el muchacho lo tomó rápidamente y una sola idea tenía en su febril mente, romper esa puerta a como de lugar, no importa como.
No veía a nadie, nada, solo la puerta. La puerta era su meta, era la entrega total de su ser, quizá no significaba ni la vida ni la muerte abrir la puerta de esa camioneta con su mitad retorcida, pero era lo único que podía dar o quizá era ganarle ese día a la parca en algo, en lo más mínimo.
Le dolían tanto las manos por los golpes que le daba, le pegaba a la puerta al estilo de ariete, en donde el perno que traba la cerradura (acero inoxidable) estaba doblado, lo que sucedió al hundirse el chasis.
Mientras tanto un policía controlaba el tránsito en la ruta ya que algunos autos pasaban entre los muertos y los restos de los autos y heridos…para poder llegar más rápido quien sabe a donde. El otro hablaba con la pediatra y luego se puso a dirigir del otro lado de la ruta.
El muchacho no daba más, le dolían tanto las manos que estaba a punto de patear enfurecido la puta puerta de mierda, cuando un par de chilenos le preguntan si ellos podían seguir, ahí se dio cuenta que no estaba solo, pero estaba tan enceguecido con esa puerta que no veía mas que eso.
Cuando los otros hombres tampoco pudieron, el muchacho pensó que si la fuerza bruta doblo esa puerta, la fuerza bruta la rompería del todo, tomó una gran piedra de unos diez kilos y mientras dos hombres sostenían el fierro apoyado en el perno le apuntó con la piedra-martillo y le dio con todas sus fuerzas, tanto que retrocedió por el rebote, se afirmó mas entre las piedras, vidrios y nafta derramada y solo necesito unos pocos piedrazos para romper ese maldito perno del infierno, revoleó la piedra y él solo de la furia que tenía abrió la puerta doblándola hasta que la rueda no le permitió abrirla más. Gritó de triunfo.
Ahora ya podían dos médicos atenderla adentro del auto hasta que llegara la ambulancia para sacarla por esa puerta que le costo sudor y dolor abrirla.
Como la mujer atrapada tenía frío fue a buscar alguna manta que tuviera el auto volcado, pero la pediatra buscaba lo mismo y todo olía a combustible y desistió. Pero el muchacho llamó al oficial y delante de el abrió los bolsos para buscar abrigo, el primer bolso tenia ropa de bebé (lamentó mucho luego haber visto eso), pero el otro bolso tenía remeras y pulloveres perfectamente planchados y doblados, tomó dos y mostrándoselos al policía fue a cubrir con eso a la mujer, que ya le habían puesto una manta.
Volvió a observar la situación a su alrededor, los tres médicos controlaban las dos mujeres heridas, los dos policías el tránsito y ya no había nada más para hacer.
Se quitó los guantes descartables, antes de subirse al auto se dio vuelta y levantó su brazo en dirección al policía a modo de saludo, el viento le llevó un ¡gracias! Que salió de la boca del hombre de bigotes.
Diez kilómetros después pudo llorar tranquilo, esa ropa de bebé lo había destrozado.

sábado, 24 de marzo de 2012

EL SACO NEGRO

Su corazón helado de sensaciones no podía derretirse así nada más. Hacía mucho tiempo que había perdido la capacidad de amar, la perdió cuando ella se fué, creía que algún día volvería a vivir esa sensación de electricidad en el cuerpo. Eso nunca pasaría.
En el supermercado elegía los alimentos al azar, para demorar más tiempo, intentaba poder mezclarse entre la gente sin sentirles miedo, pero la burda y patética imagen que tenía de si mismo hacía que terminara rápido las compras, elegía siempre lo mismo, verduras para la sopa y harina para hacer pan.
Lo hacía tan mecánicamente que no veía nada más que eso en las góndolas, daba varias vueltas sin mirar, o “mirando sin mirar” realmente perdido en la nada, su mente en blanco.
A veces se detenía en la sección juguetes, pero después de un tiempo logro convencerse de lo inútil que era aquello, no tenía dinero ni ánimo para comprar lo que no podía dar, vivía al día.
Sacaba un préstamo para pagar las cuentas y con otro préstamo pagaba el préstamo anterior y así en un círculo vicioso de jamás acabar.
Se convencía que todo cambiaría, ponía todas sus fuerzas en eso, pero al despertar en la mañana y sentir ese vacío en su habitación, el vacío de sus alma, las fuerzas se esfumaban y ya no le quedaba más que la rutina diaria, que también le ayudaba a no pensar.
Realmente no le importaba vivir, o quizá no sabía como hacerlo. Muchas veces intentó rescatar su alma, pero fueron tan vanos los intentos que lo dejaba siempre “para otro día”.
Y así pasaban sus días, sus tardes y sus interminables noches. Esa era la peor hora de su vida, la noche. Donde se atormentaba con pensamientos y recuerdos de lo que ya no podría tener o ver. Era un masoquista por elección, pero eso también le infundía fuerzas, el día que dejara de pensar en eso, sería el día que se dejaría morir de tristeza finalmente.
No podía hacer otra cosa que estar en su sillón viendo la televisión, aunque no veía realmente la programación, su mente volaba a todas partes, menos en la realidad. Aunque tomaba psicofármacos, necesitaba luz en su vida, no las pastillas recetadas para sus fobias sociales. El creía que no tenía la culpa y a la vez se sentía culpable de no llenar las expectativas de los demás por su forma de ser.
Tal vez era el temor al no confiar en nadie, ya que no confiaba ni en el mismo. Pensaba que las personas estaban mucho mejor sin su compañía y otras veces sentía que tenía tanto para dar, solo que vivió una vida muy triste y abandónica en su vida, que luego siguió siendo así por costumbre, ni cuando tuvo la oportunidad de ser feliz pudo aceptarlo. Le era más fácil seguir viviendo en la tristeza. Era lo único que conocía.
Intentaba pasar desapercibido y lo conseguía. Ya hacía un mes completo que no salía de su casa, ni lo necesitaba, solo iba a su trabajo, luego se encerraba. El médico decía que estaba deprimido, ¿quién es el médico para saber lo que le pasaba?, no vivía con él. No podía saber lo que le pasaba solo con mirar sus ojos tristes y desolados.
Hubiera deseado tener un mejor trabajo, en donde pudiera sentirse a gusto, feliz. Pero era lo que el “destino” le ofreció. Y se cagaba en el destino. ¿Por qué no se metía a joderle la vida a otro?
Ya tenía suficientes tristezas encima para seguir aguantando sus desaires.
El ruido de personas en la entrada lo sacaron de sus pensamientos turbios y dolidos. Se ajusto la corbata y se puso el saco negro, se miró al espejo, con sus cuarenta años aún sacaba suspiros en las mujeres, solo que ya no le interesaba conocer a alguien, no podría soportar otro abandono por su imbecilidad o la de ella. Se puso el saco negro, un pañuelo al tono en el bolsillo superior, se pasó el peine una última vez y se encaminó a la sala, en donde tendría que servir y atender a los deudos que lloraban al muerto.

sábado, 17 de marzo de 2012

LA MUJER DE SUS SUEÑOS

Se sorprendió al verla, era una mujer imponente.
Su largo pelo enrulado era como el agua en el desierto para él, tuvo el impulso de pedirle le deje tocarlo, ya que nunca había visto algo tan hermoso en su vida, y era verdad.
Sus piernas firmes marcaban el ritmo de la caminata, se podía vislumbrar la belleza de lejos, el conjunto en sí era fabuloso. Una calza ajustada que quitaba la respiración, no porque le quedaba como pintado en su piel, si no porque le hacía soñar con una piel sedosa y firme para amar.
Sostuvo la respiración un momento, para que nada interrumpiera esa visión, ni siquiera sus latidos. Una remera clara resaltaba su piel apenas bronceada por el verano, pero no era todo esta mujer lo que le quito el aliento, era su rostro lo que lo dejó embobado, al mirarla fijamente un segundo a la cara pudo grabar cada parte y cada imperfección que tenía, esa imagen quedó grabada para siempre en su memoria, era muy observador. Había conocido muchas mujeres a lo largo de su vida y cada una tenia algo que la destacaba en si misma. Pero de esta mujer no podía decir que era lo que le atraía desde el primer momento. Era el todo, era ella misma. Muchas mujeres le gustaron, pero de ninguna se enamoró realmente, no eran para él.
Pero esta visión andante lo había dejado pasmado, recorría en su mente los rasgos grabados a fuego en su cerebro, los recorría una y otra vez; y le agradaba.
Su voz era como la de un jilguero, hablaba rápido sin abrir mucho la boca y el se divertía tratando de seguirle el ritmo a su charla veloz. Pero su sonrisa…cuando sonrió se iluminó todo a su alrededor. Pudo sentir como el sol se opacó al sonreír ella. Su sonrisa le recordó la paz que le daba mirar el lago, como se perdía en la profundidad de las aguas, soñando despierto con hadas del bosque. Esa sonrisa le curo el corazón atormentado por la vida.
Era inteligente, las palabras las decía perfectamente y pudo sospechar que hubiera sido una gran profesional ejecutiva en alguna empresa si hubiera querido.
Tuvo un atisbo de temor, miedo a enamorarse de esa mujer inteligente y atrevida en su caminar, pero ella volvió a sonreír y el temor se fue volando junto con los pájaros de la plaza en donde estaban sentados en la sombra fresca.
Siempre vivió con miedo, miedo de vivir. Pero esta vez pensó que sería bueno comenzar a reír otra vez.
Se sintió extrañado que una mujer así estuviera sola o a los dos les pasaba lo mismo, esperaban que el destino disponga la persona justa para sus vidas.
Sintió ganas de acomodarse en su regazo, acurrucarse en ella y sentir que su hermoso pelo cayera como una cascada en su rostro, para dormitar en sus brazos, sin pesadillas ni temores.
Pero el tiempo pasó, el mediodía pasó, cada uno volvió a sus tareas cotidianas prometiéndose verse en otro momento para seguir charlando. No sabía si volvería a verla, el destino se encargaría de eso, pero si eso no pasaba, podía decir que una princesa de un cuento de hadas le sonrió.
Al despertarse se dio cuenta que era solo un sueño, intentó dormir para volver a encontrarla pero fue en vano. Se quedó mirando el techo el resto de la noche, pensando en la mujer de sus sueños.

viernes, 24 de febrero de 2012

MAR ADENTRO

El barquichuelo se movía lento casi en cámara lenta al salir de puerto, el muchacho parado en proa agarraba un cabo fuertemente para no perder el equilibrio, una mano sobre su frente a modo de visera para que el sol no le quemara los ojos al otear el horizonte. Esta pose había sido estudiada de antemano, las decenas de turistas que se encontraban aburridos en los alrededores esperaban con impaciencia la llegada o salida de algún barco, por más pequeño que fuese. Sabía que al hacer eso gesto, muchas cámaras digitales y celulares lo enfocarían y quedaría inmortalizado, sus mentes quizá olviden el paso del minúsculo bote pesquero por sus vidas, pero al ver las fotos años después recordarán al muchacho que parecía el capitán Ajab buscando su ballena blanca sobre la proa. A veces se arqueaba un poco hacia atrás para parecerse a la escultura “ El Indio” que está en Puerto Madryn donde la gente pasa solo para sacarse fotos. Los pescadores más viejos de los otros botes hacían chanzas a costa suya. Cuando le veían pasar le gritaban cosas como: “Hacete la pose de la tonina herida”, cuidado no te vas a caer por hacerte “El Indio”. El le contestaba diciéndoles que gracias a esas poses el dormía con turistas hermosas todas las noches y no con “cornalitos” como otros pescadores que no quería nombrar. Luego de contestaciones así, seguían con las chanzas un rato más. En realidad le querían tanto que era la forma que tenían de expresarle afecto, eran duros los hombres de mar.
Estaba atardeciendo, era normal que los barcos mas chicos salieran a esa hora, tardaban mucho más en llegar a la zona de pesca que los grandes pesqueros, preferían llegar temprano antes que los gigantes arrasen con todo.
Las gaviotas no los acompañaron en su salida porque estaban muy entretenidas con los deshechos que había en el muelle, y eran expertas ladronas, no necesitaban ir al mar.
El muchacho ahora tomó su posición apoyado en el mástil hasta que anocheciera, le fascinaba como se veía mar adentro el ocaso, solo quien lo vivió podría saber de que se trata. En algún momento se fundían el mar y el cielo, de azul intenso a un celeste pálido pasando por el rosado y por último el rojizo intenso. Miraba y no sabía donde empezaba uno o terminaba el otro, era la perfecta simbiosis entre el cielo y el mar. Y esa función jamás se la perdía. El ocaso daba paso al espectáculo más grande que jamás viviera, para explicar lo que sentía lo comparaba con algo casi tan hermoso como cuando sostuvo en brazos a su hija por primera vez. El rojo furioso se iba obscureciendo hasta llegar al negro absoluto, con la aparición de las estrellas y la vía láctea, él decía que era la estela del polvo mágico del Hada que lo cuidaba, esta dejaba un camino iluminado para que no se perdiera.
En sus ojos verdes claro se reflejaban millones de luces intermitentes, que ni siquiera las lagrimas inevitables que rodaban por su cara podían enturbiar esa visión. Los marineros le dejaban tranquilo, sabían que mientras estuviera ahí cuidando la ruta de pesca ellos podrían preparar los aparejos y estar atentos a las advertencias del muchacho vigía.
El mar estaba en calma, pero el mar tiene mal genio, su humor va y viene, puede refrescar el rostro con su llovizna fresca, como helarte en sus furiosas tempestades.
Y por eso, ellos se jugaban la vida al salir cada día, le entregaban sus vidas al mar, este decidiría cuando tomarlas.
La suave brisa tenía un olor y sabor distinto esa noche, giró su cabeza para mirar atrás por encima de su hombro, ya sabiendo de antemano lo que vería. Las nubes negras como la obscuridad misma, eran iluminadas por un relámpago lejano y solitario, miró un instante más en busca de otra luz. Sabía que había detrás de ellos y no quería mirar hacia la proa. En pocos segundos comprendió que ese relámpago solitario era solo la cola de la tormenta que era batida en la costa por la furia huracanada, el monstruo estaría adelante y por estribor. No era necesario calcular las posibilidades, con la calma del que solo comprende lo que pasará pudo gritarles a los viejos una sola palabra, la mas temida por ellos, “tormenta”.
Las cabezas protegidas con gorros de lana se alzaron y miraron hacía atrás, para saber si podrían volver a costa antes que caiga sobre ellos el aguacero.
Al tener cortado el escape, deberían acelerar antes que los vientos les ataquen de costado la nave. A pesar de ser pequeño el bote la “Santa Lucía” poseía un motor diesel potente para cortar las olas de más de diez metros. El viejo dueño del barco pasa al lado del muchacho y le palmea el hombro en señal de agradecimiento y sube la escalera que lleva hasta el puente, desbloquea el timón y gira unos pocos grados hacia babor, para tener la ventaja del golpe de las olas para ganar unos nudos más de velocidad.
Los demás hombres comenzaron a fumar sus pipas, para calmar los nervios y para saciar el apetito que tenían por el tabaco aromático. Empezaron con sus historias de tormentas y de las formas en las que escaparon, debatían de qué manera se debían abordar las olas gigantes y maniobras de despeje de agua de cubierta, podían estar horas así. Pero solo era la forma que tenían para ocultar sus temores. Como buenos hombres de mar, no demostraban emociones, eran duros y secos de palabras.
El muchacho seguía en su puesto de vigía, atento al movimiento de las aguas y el bote. Estaban a solo cincuenta o sesenta kilómetros de la costa, pero se internaban mar adentro, viajaban casi en diagonal escapando al frente despiadado de la tormenta. Cuanto más lejos de los rayos mejor, la mayoría de los hundimientos en alta mar en tormenta eran producidos por el incendio que provocaban los rayos en cubierta o mástiles. Las nubes pisaban sus talones, casi podían sentir como el aire era más tenue, el cambio de presiones generadas absorbía el aire y provocaban los vendavales que giraban los barcos más grandes como si fueran trompos.
Un grito de triunfo se escucho en la proa, todos los hombres se abalanzaron para mirar esperanzados, el viento cambió de dirección y la tormenta tomó un rumbo distinto al de ellos.
Con una sonrisa socarrona apagaron sus pipas y siguieron acomodando los aparejos, sonreían porque habían apostados sus vidas y ganaron.
El muchacho suspiró aliviado y mientras pensaba en el puerto y los turistas de verano siguió oteando el horizonte.






PLACA RECORDATORIA EN EL MONUMENTO A LOS MARINEROS PERDIDOS EN ALTA MAR (PLAYA UNION-RAWSON-CHUBUT)

lunes, 20 de febrero de 2012

SOLEDAD


Suspiró de la forma que solo lo hacen los corazones abandonados, desahuciados, tristes y agobiados por el peso de la soledad.
Porque la soledad no es lo mismo que ser solitario, lo último es por opción. El primero es por destino. El destino que se interpuso en su camino, ese destino infame del cual nadie puede escapar. Así se sentía el, preso en un universo en donde convivía con su propia sombra que a veces hasta le esquivaba. Su corazón estaba tan acongojado que nadie le hubiera creído si le contaba que por dentro de él corría un río de angustias y sus riberas eran bañadas por el amor que tenía y no podía dar a nadie. Pero nunca estuvo solo, siempre rodeado de gente, pero se sentía solo. Hasta acompañado se sentía sentado en un desierto, realmente era como si le faltara algo, le faltaba su mitad. El tiempo era muy corto para él, cada día que pasaba era un día perdido en soledad. Ese sentimiento lo acompañaba a todos lados, era feliz dentro de todo, a pesar del vacío que tenía, a pesar de la falta de su hija. Afectivamente era como un cachorro abandonado, era muy joven para sentirse así. Le daban cariño por un tiempo, luego era traicionado y abandonado en la calle como cualquier otro cachorro del cual ya se aburrieron. Pero de eso ya se había acostumbrado, a las traiciones, partidas y tristezas. Lo que no podía soportar más era la soledad, soledad profunda e irreconciliable con el mismo. Lo cubría por completo, la gente le esquivaba, por miedo a contagiarse de esa obscuridad que lo absorbía.
Mendigaba charlas con la gente, no le importaba que fueran completos desconocidos, para el era un placer saber de otras personas, sus vidas, alegrías y decepciones. Pero nunca contaba su vida, no tenía mucho para decir, en realidad no tenía nada para ofrecer. Quizá por eso al poco tiempo la gente dejaba sus charlas y seguían con su vida, pero el no se atrevía a decirles que esa charla era un mundo para su mente, era recorrer otros caminos, ver por los ojos de los demás. Sentir el amor a través de otros, sentir el cariño por sus hijos, nietos.
Pasaba el día intentando vivir una vida de dolores, ausencias y sufrimientos, pero lo hacía con una sonrisa. Muchas horas buscando alguna palabra que lo saque de su hastío, de su encierro, de su celda, alguien que reviva su corazón y su mente aunque sea unos minutos, no pedía mucho a la vida, sabía que ya no podía pedirle más.
Volvió a suspirar, con un café en la mano se sentó delante de su computadora, el monitor de veintidós pulgadas le ofrecía el placer de ver Internet como en el cine, abrió sus paginas, eligió a alguien al azar, abrió el Chat y dijo: Hola!!!

sábado, 18 de febrero de 2012

NUNCA MAS


El odio que tenía era atroz, la furia carcomía su interior de tal forma que los puños apretados comenzaron a golpear una y otra vez la pared delante de él. Los nudillos sangrantes dejaron su impronta en la pintura salpicando hasta el techo por la fuerza de los golpes. El calor que sentía en las manos era menor que el que sentía en su cabeza, la ira roja iba subiendo para obnubilar los pocos pensamientos que le quedaban, hasta que quedo una sola idea, asesinarla.
La miraba desde la puerta, ella estaba en la mesa, fría y ajena a la locura que el hombre sentía en ese momento. Se había arrancado mechones de pelo en un arrebato de locura, quería sacar toda esa fuerza incontenible que parecía la caldera de un tren a vapor, listo para estallar por la presión.
Se acerco hasta ella, sus ojos rojos por la locura y el arrebato apenas podían ver, sus parpados se cerraron por el odio de tal forma que solo se veía una línea muy finita de sus ojos. Sus dientes castañearon furiosamente al tomar el cuchillo y un hilo de baba cayó por la comisura de su boca al mismo tiempo que clavaba la hoja en ella infinidad de veces, diez minutos después todo empapado por el sudor y el líquido vertido por la fuerza de las cuchilladas, tuvo un atisbo de conciencia y se encontró con que tenía una cuchara en las manos. En la feroz matanza, rompió varios cuchillos, dos tenedores y por último tomó la cuchara con la que le impartió lo tajos finales.
Se sentó a descansar en el futón manchado por la locura, sus manos manchadas goteaban hasta el piso, el ruido del utensilio de cocina resonó poderosamente al caer y rebotar en el suelo varias veces.
Se llevó las manos a la cara, para no ver esa imagen espeluznante que tenía a su lado. Comenzó a reír, una risa fuerte y profunda nacida en el ardor posterior que queda en el corazón al ser abandonado. La risa invadió la casa, afuera en el patio unos pájaros huyeron asustados de esos gritos antinaturales.
Miró una vez más a su amada y enjugándose las lágrimas le dijo:
-Nunca más, ya no podrás reírte de mí.
Pobre hombre, jamás había podido tomar la sopa caliente, amaba la sopa pero cada vez que la servía, y al darse vuelta para buscar algo que se había olvidado de poner en la mesa la sopa indefectiblemente ya estaba fría.
Soporto años que la sopa lo torturara así, siempre le decía algún día me cansaré…pero ese día jamás llegaba.
Y ese día fue hoy.
Nunca más la sopa se burló de él.

miércoles, 15 de febrero de 2012

¿Y DOCTOR?

-¿Y doctor?

Esa fue la pregunta que hizo hace dos meses, los tumores eran nuevos. Su cuerpo fabricaba dos tipos de tumores, y la terapia seguía siendo quirúrgica. Se recuperó rápido como siempre, pero al mes comenzaron los dolores, como siempre. Programando una nueva cirugía tres meses después de esa, por lo menos pudo disfrutar cuarenta y cinco días “casi bien”, hasta pudo andar en bicicleta, en rollers, caminar, pero todo llega a su fin.

A veces se preguntaba porque le pasaba esto, pero luego agradecía que fuera así y no peor.

Comenzó a renguear nuevamente, buscó el bastón y lo dejo cerca, por si lo necesitaba.

Pudo disfrutar nadar en la laguna todos los días, el sol en su piel bronceada le renovó las energías, el cansancio había desaparecido por completo. Su cuerpo se renovó, los músculos naturales que tenía se regeneraron otra vez y su peso se estabilizó. Se sentía bien, fuerte, con la mente despejada para pensar en positivo y pensaba en su hija, en viajar a verla, tenía fuerzas para soportar la partida luego de verla unas horas.

Pero todo eso acabó pronto. El cansancio y el dolor comenzaron a dominar su vida.

Lloró mucho, la desolación lo llenaba. Quería tener una vida como todo el mundo, como la mayoría. Sabía que toda su vida sería así, décadas y décadas sufriendo infinitos dolores. A veces pensaba si morirse no sería la solución, pero el mismo dolor físico lo hacía sentirse vivo, aunque tenía el corazón anestesiado, su cuerpo le recordaba una y otra vez que el dolor real.

Se tragó su orgullo, tomo su teléfono y envió un mensaje para tramitar la cirugía. Otra vez tendría que viajar, gastar dinero que no tenía y estar en una ciudad gris de ceniza, apagada, para sufrir otra operación que quizá le daría un par de meses de alegría.

Hasta que preguntara nuevamente…

-¿Y doctor?

viernes, 27 de enero de 2012

ESPERANZA



Estaba cansado pero contento, el líquido entraba en su torrente sanguíneo como niño que veía el mar e iba corriendo a su encuentro. Un poco de frío entraba en su alma al mirar el suero mezclándose con el medicamento. Ya era la quinta sesión que tenía y la primera del año. Un año que comenzó con toda la tristeza de las ausencias pero que luego se fue amortiguando para terminar en una paz absoluta. La tranquilidad de aceptar todo como es, de ser como es, de sentir como sentía. Y de amar, quería darse la oportunidad de sentir amor.
Pero jamás se hubiera imaginado lo que le esperaba. Los ojos de ella se cruzaron indiferentes, pero los de él…temblaron ante su presencia. Un shock, breve pero intenso. Casi balbuceo las preguntas, tenía que ingresar sus datos en una computadora, pero al teclado lo veía lejísimo, como si tuviera visión de túnel. Tenía miedo que pudiera ver su corazón latir a través de la camisa. Por suerte el bastón estaba escondido detrás de la mesa y no lo podía ver, no necesitaba más lastima.
Como tuvo un instante en donde no pudo articular palabra, su compañera amorosa que le ayudaba, hizo el resto de las preguntas y la explicación de lo que tendría que hacer la mujer.
Se retiró y se mezclo entre la multitud, la mujer ya no se veía entre los cuatro mil personas reunidas en el lugar. Tantas personas, tantas mujeres y solo la vio a ella. Años después contaba la historia y nadie le creía, pero no le importaba, ya nadie creía en el amor a primera vista. Vivía en una época en donde las relaciones no duraban ni tres días y cuando hablabas del amor, te decían ¿amor? ¿Qué es eso? Nadie se atrevía al compromiso.
Pero a él no le importaba, tenía algo que los demás no conocían ni jamás podrían tener, un corazón con ganas de amar.
Y ahí se quedó, no se atrevió a decirle una palabra, se sentó detrás de ella, podía ver su pelo hermoso, podía sentir su aroma impregnada en la piel. Seguía atentamente los movimientos que hacía con sus manos en el teléfono celular, una y otra vez sus manos en el teléfono. Eso quiere decir algo, se escribe con alguien, y sí, una mujer así no está sola. Por supuesto que debe tener pareja o marido. Sería un crimen que una mujer hermosa así no esté enamorada de alguien con mucha suerte. Por eso no le dijo ni siquiera un “hola” al pasar. Un par de veces miró en su dirección, pero ni siquiera lo registró como el que le tomó los datos de ingreso en una computadora. Se sentía muy insignificante, esa mujer se imponía entre tanta gente, y él…la gente le ofrecía una silla a cada rato para sentarse, el bastón era su karma.
Y se fue mascullando palabras hirientes a su propia cobardía, y a su cuerpo que lo castigaba con la enfermedad y su maldito bastón. Se juró que iba a mejorar, que se iba a reponer antes que termine el año y que la iba a encontrar en otro momento, la buscaría, aunque le llevara meses, claro que la buscaría. Para contarle que entre toda esa gente, la vio.

viernes, 6 de enero de 2012

MUGRE

La mugre que tenía esa casa era impresionante, el asco dominaba mi interior, ya que sería muy descortés demostrarlo con el rostro. Pero sería prudente enumerar las miserias de esa casa, para iluminar el camino y la mente de otros, evitando así la caída en cuevas nauseabundas como esa.
El living era dominado por un gran sofá de color indefinible, se nota que en épocas pasadas tendría algún color distintivo, pero sería imposible descifrarlo en este momento. La cantidad de porquerías que tenía encima eran incontables, juguetes, cosas rotas, cajas de quien sabe que, ropa, tierra, mugre. Y no quiero olvidarme de todo lo que quedaba detrás y debajo del mismo, creo que hasta un monopatín y una patineta escondía el sillón-sofá patético. Acostarse o sentarse en él era una tarea más difícil que intentar contar las rajaduras en su cuerina. Indefectiblemente uno terminaba resbalando hacia el suelo y una avalancha de asquerosidades sin uso se desparramaba aún más.
Enfrente de esta monstruosidad había un televisor humilde, pero sucio. También una cantidad detestables de cosas encima de él, con tierra por supuesto. A su derecha un pequeño y hermoso bar de madera, en el cual hasta se podían colgar copas, claro está que también sufría los embates del tiempo y la suciedad, pila de papeles, boletas pagas y sin pagar tapaban lo que en una casa con gente normal hubiera sido una belleza de adorno.
El comedor es una parte que aún hoy, después que pasaron cuarenta y tres años sigo recordándolo como si fuera ayer mientras un escalofrío nace en mi nuca y se desplaza por toda la columna. La mesada que comúnmente en hogares civilizados se usa para lavar los implementos de cocina y preparar la comida, era un foco infeccioso capaz de quitarle la vida a un africano alimentado con sangre de murciélago y ratas. Como nota sobre esta cuestión luego de pasar unos días en esa cocina precisamente tuve que soportar una semana completa de una fiebre terrible y un malestar general insoportable, agregándole una gripe atroz por la cantidad de bacterias que vivían y comían de esa cocina.
La mesada tenía costras de años, el olor a humedad ácida que emanaba de ella te quemaba la nariz. Los bordes tenían esa coloración típica que vez en los baños públicos que durante años nadie limpió. El solo pensar que en esa pileta se lavaban los platos, daban ganas de vomitar.
La cocina realmente tendría que ser un capitulo completamente separado de esta historia tétrica, alucinógena y terrorífica. Las hornallas no se reconocían como tal, por los bordes chorreaba la grasa y el aceite solidificado por el tiempo, al abrir la puerta del horno, el golpe de ver dentro y encontrar varios sartenes irreconocibles por el aceite quemado solidificado, ni con un cuchillo se le podía sacar la costra, la esponja de acero más dura no pudo hacerle ni un rayón a esa superficie asquerosa. En el piso del horno y paredes había restos de comida de quien sabe cuando ahí podridas. Realmente la cocina no se podía limpiar con ningún producto químico ni con herramientas industriales, estaba para tirar a la basura.
La heladera, al abrirla fue lo mismo que con la cocina, una inmensa pena por el artefacto que en el mejor de los casos y nueva, hubiera sido una preciosura. Lo peor de todos, es que había comida podrida junto con yogures abiertos para el bebé que vivía en la casa. Ahí directamente la dejadez de estas personas es comparada con intento de asesinato, porque tranquilamente la niña se podría morir de cualquier enfermedad pescada entre la cocina, la mesada y el comedor.
Lo preocupante fue conocer el baño, la tarea de aguantar las ganas de usarlo fue toda una tortura, hasta el último minuto cuando ya estaba que explotaba tomaba coraje y entraba. La ducha era otro tema, imagínense el piso de una peluquería desaseada y agréguenla encierro y humedad. la pileta para lavarse las manos era un foco infeccioso, manchas, pelos, restos de jabón, pasta dental y cosas verdes pegadas por ahí. Por todos lados se veían pelos, todo tipo de pelos, pedazos de papel higiénico por los rincones, se notaba que jamás se había barrido ni baldeado el piso con lavandina o desinfectante. Era preferible sentarse en la boca de un lobo hambriento y con alguna peste que en el inodoro. Las paredes destilaban moho y manchas viejas, antiquísimas.
El patio de la casa apestaba también, quizá aún más, ya que tenían a un perro en él. Supuestamente el lugar era higienizado…en algún momento del mes. Medió lástima el perro que tuviera dueños así, teniendo que vivir en su propia inmundicia y muerto de hambre por lo visto.
Los dos dormitorios que contaba esta casa eran realmente un desastre, yo creo que ni la bomba de Hiroshima podría haber hecho tal cosa. Para poder limpiar una habitación, sería necesario quitar todo lo que había en ella, rasquetear las paredes y el piso, quemar todas las cosas inservibles que tenían debajo de la cama.
Todos mis esfuerzos fueron en vano, un par de cientos de pesos gastados en productos de limpieza y nada se pudo hacer, la casa seguía como querían que esté sus dueños, sucia e inhabitable.
Cuando la veía arder me sentí bien, pude ver en el frente como las ventanas explotaban por el fuego, nunca fuí tan feliz, le quité la vida a la casa, pero se la devolví al mismo tiempo, al final cuando los restos humeantes por el agua de los bomberos pude observar entre los restos calcinados la cocina intacta, el aceite y la grasa fosilizadas la protegieron de las llamas. Era indestructible.